viernes, 15 de octubre de 2010

con el músculo, con los brazos abiertos

















¿Qué sería, ¡ay de mí!,

sin este preciado reloj
adquirido cuando comenzó a contar el tiempo
y los vientres aún no significaban?
Suavizaban las mejillas y los horizontes
sin mayores pretensiones,
sin excitación ni miembro duro.

Este reloj puede ser otros.
Éste lo compré hace poco,
cuando aquello que parecía futuro
se mostró como un presente palpitante
pestañeando abundantes días de sol
en medio de la tormenta.

¡Pequeño reloj que vienes del Paraguay
pero antes de la China en cajas amontonadas
con tantos tus hermanos polizones…!

Y llegas a nosotros a imponernos
tus doce números arábigos,
tus peldaños que escalan segundo a segundo
el sudor del minuto.
La aguja menea eternamente su cintura
dulce, se desmiembra en la hora
que con saliva ingiere,
ya marchita,
avanzando un paso más hacia la muerte,
un gateo más vivos
hacia alguna suerte de conocimiento,
celebrando,
como un orgasmo desorbitado,
un berrido más alto de animal
de la juventud y la experiencia.

Doy las gracias
con los brazos abiertos
por el placer de llegar más dentro
de palpar con el músculo
de todo lo amado su máxima esencia.

Florianópolis, 14/10/2010.

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