viernes, 28 de mayo de 2010

No sabía que horadases por aquí

No sabía que horadases por aquí,

que este mi porvenir fuera tu cauce, que tu caudal

persiguiera la sequía de mi cuerpo,

tan ávido de descubrimientos, tan sediento

de barro, con tan turbias inquietudes.


No lo sabía.

Que en un pasado acuático, a nuestro alrededor,

abrazos para beberte el ingenio destruyera.


Existo por ti, ocho de cada diez miserias

de mi cuerpo te pertenecen, ocho de cada diez

húmedos placeres que me drenan.


Y no sabía que por dentro de mí

tus meandros sibilantes alimentaran caracoles,

tortugas de tierra, cocodrilos,

elefantes, libélulas y proxenetas,

murciélagos que por ti pierden la garganta

y la cabeza, moluscos y reptiles

que por la transparencia clarividente

de tus olas se aceleran.


Te quiero —¿Agua te llamabas?—:

Te pertenece la sed que me alimenta,

la sed que por el odio conseguirá algún día

que todos los tragos que has de dar al mundo

emanen como veneno

de la humanidad inalienable de una sola lengua.


Lamo tu manantial y tu desembocadura,

tus remolinos y laberintos que nadie ve

pero retruenan

—si la suerte suena, sueños lleva…—,

tus grutas desorbitadas donde todo es frío

y el viento llueve contigo, reivindicando a mares

la perfección insaciable de la naturaleza.

No haré el amor contigo

No haré el amor contigo. Lo nuestro
será sexo silvestre, con mosquitos
de por medio, con tierra
en el paladar, seca y con espinas
reflectantes
la agricultura ecológica de nuestro encuentro.

Así será.
Nada de caricias
o miradas profundas.
Sólo cultivo biológico. Fuera
insecticidas, herbicidas, fungicidas
y acuerdos. Nada de confesiones
ni historial amoroso.

Sólo tierra, sólo arena, sólo piedras,
sólo agropecuaria de dos silencios
que se lamentan por no haber nacido antes
o muerto más tarde
para tener más tiempo
de
labrarse la espalda,
reforestarse por dentro
en el runrún inconsciente de lo nuevo,
lo que atrae por misterioso. Por desconocido
te mereces tantas rústicas incógnitas,
tantos vericuetos,
tantos laberintos
rudimentarios y obscenos.

Pero nada de amor. Sólo sexo,
pues esos labios habrá que
cosecharlos,
deglutirlos, martillarlos
con la cruel necesidad de los secretos.

No puedo soñar contigo y eso duele a rabiar.
Duelen a rabiar los paraísos perdidos,
la constelación confusa en que no penetraremos.

Indómito ser, viva tu alma
en que no volaré
hacia el más profundo gemido del universo.