miércoles, 10 de noviembre de 2010

Me asalta la duda.
















Me asalta la duda.

Me deja sin blanca, me amenaza

con una faca, me desordena

el pensamiento y no se lleva nada,

todo lo deja deturpado por el piso,

todo revirándose como una tormenta sobre la tierra

que cerebro y pensamiento enredan,

revolviendo su sustento.


Me asalta, me dice: “dámelo todo”,

y yo tan sólo me quedo en eso, en la duda,

en el no salgo corriendo ni encaro al asaltante

—aunque el asaltante se vista de seda, duda se queda—.,

en el empiezo a dar pero no muevo el brazo,

en el llévatelo todo pero la boca sólo tiembla.


La duda me asalta, y se va corriendo,

rauda y veloz, avestruz de las tinieblas,

maldita duda cobarde

que ni un minuto tan sólo de mi vida no entreveras.

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