sábado, 1 de marzo de 2008

Poética de CMG publicada en la antología de jóvenes poetas castellano-manchegos Inmaduros 26

Es difícil llegar hasta aquí. La calle que me ha traído hasta este lugar inusitado es un desierto favorablemente inhóspito: parece que hubieran situado aquí este silencioso museo para que no lo viese nadie. Existe un precio módico para estudiantes y es muy recomendable conocer su horario: este indescriptible carmen no está siempre abierto, aunque la única diferencia entre que lo esté o no es tan solo que la puerta está abierta, evidentemente, y que un trabajador o trabajadora nos recibe tras ella y nos vende una entrada. Por lo demás, nada cambia en este lugar casi deshabitado. El museo está completamente vacío y los jardines del carmen en que se encuentra son casi vírgenes de tan absolutamente desconocidos.

He llegado hasta aquí para sacar algunas fotos —aunque aparentemente no está autorizado— y preguntarme y darme una respuesta sobre qué es la Poesía o, mejor dicho, sobre qué es o en qué consiste mi poesía. La respuesta parecía demasiado complicada, pero al llegar aquí, a este oasis solitario y mudo, me he vuelto a dar cuenta de que es extremadamente sencillo.

Vengan conmigo. Echen un vistazo a este paisaje inacabable: a lo lejos pueden verse los pueblos de la Vega; un poquito más cerca, los mastodónticos, uniformes y periféricos edificios del barrio del Zaidín; aquí al lado, el antiguo barrio judío del Realejo. Intenten contar ahora todas las grúas o urbanizaciones que abarquen sus ojos y repararán en que no son dedos lo que nos falta —ojalá solo fuera eso— sino números capaces de cuantificar y abstraer todo el dinero sucio sobre el que se erigen los contratos millonarios que son ya cimientos de todos los detestables gobernantes que han sido comprados, amantes de la corrupción, vendedores de su alma y de tantas ilícitas licencias. Por el contrario, será fácil que nos sobren dedos para contar árboles —no en este carmen, por supuesto—, trabajadores con sueldos, horarios y vidas dignas, adolescentes comprometidos o empresarios con conciencia.

¿En qué se convierte la Poesía ante este paisaje? La Poesía se convierte en una forma de lucha, en un instinto rebelde de protesta, en un alarido escrito ante la indiferencia, la ignorancia o la violencia. Mi poesía habla de nosotros, habla de mí, pero siempre con un afán destructivo —pesimista, dicen algunos— para que llevemos a cabo una reflexión sobre este sistema político-económico antisocial y anticultural que nos encierra y nos niega la libertad, nos obliga a consumir hasta vaciarnos, a ser esclavos míseros necesitados de materia, a no querernos y a no respetarnos, a quemar bosques, matar árboles, transformar las ciudades en parques temáticos de hormigón conectados por autovías innecesarias, a exacerbar nuestra mediocre burguesía con campos de golf que nos hagan sentir adinerados por fin, cuando todo el país sea ya un viejo famélico y seco por tal arrasadora ansiedad de riqueza.

La Poesía es revolución, pero no solo es revolución escribirla. Lo es escucharla, leerla y, sobre todo, sentirla: poesía del silencio, de la música; poesía de las playas inexploradas, de nuestros cuerpos libres y desnudos —sean cuales sean sus posturas o tendencias—, de una canción de João Gilberto, de soñar que cada noche puede haber luna llena.

Si el sistema nos somete, si el ser humano cómplice y culpable nos esclaviza, la Poesía es la respuesta. La Poesía es mi respuesta, mi forma de negarme a esta vida sumisa e impotente, de reafirmarme en estos ojos que ven, que opinan, que discuten, que piensan. La Poesía es mi identidad, soy yo: es la esencia más pura de mi desobediencia.